Diana Nayeli Sánchez Mejía
A menudo resulta asombroso y admirable darnos cuenta del cómo las
personas vencen, transforman en una ventaja, encuentran un estímulo para su
desarrollo personal y social o salen fortalecidas frente condiciones
severamente adversas que parecen casi imposibles de superar en algún momento de
su vida.
Para caracterizar a aquellas personas que, a pesar de nacer y vivir en
condiciones de alto riesgo, se desarrollan psicológicamente sanas y socialmente
exitosas, las ciencias sociales han adoptado el término de resiliencia ¿Qué
es?
La resiliencia es la “capacidad humana para enfrentar, sobreponerse y
ser fortalecido o transformado por experiencias de adversidad” (Edith Grotberg, 1997, citada por Melillo & Suárez, 2003). De este modo la resiliencia
refuerza los factores protectores y reduce la vulnerabilidad frente a las
situaciones riesgosas.
Se
denomina así a cualquier rasgo, característica o exposición de una persona que
aumente su probabilidad de sufrir una enfermedad o lesión por ciertas
desventajas en las áreas personal, familiar, social o situacional. En su mayoría,
estos factores de relacionan con situaciones de pérdida, cambio o
vulnerabilidad, que generan inestabilidad en el entorno de la persona, así como
en su estado psicológico y emocional. (Organización Mundial de la Salud, 2014)
Son aquellos que
brindan resguardo y neutralizan el riesgo debido a las condiciones y entornos
capaces de favorecer el desarrollo y, en muchos casos, de contrarrestar los
efectos de circunstancias desfavorables o de conductas de riesgo.
Son aquellos que
permiten enfrentar el riesgo gracias a una asociación positiva de ciertos
atributos de la persona, tales como: la estima y confianza personal, el
adecuado manejo de las emociones y de los impulsos, la autonomía, el sentido
del humor, la empatía, la capacidad de comprensión y análisis de las
situaciones, cierta competencia cognitiva, y la capacidad de atención y
concentración.
También se han
encontrado condiciones del medio ambiente social y familiar que favorecen la
posibilidad para desarrollar estos factores, como son: la seguridad de un
afecto recibido por encima de todas las circunstancias y no condicionado a las
conductas ni a ningún otro aspecto de la persona, las relaciones de aceptación
incondicional, y la extensión de redes informales de apoyo.
En la infancia,
dichos factores se ven reforzados por la influencia positiva del medio familiar
y el apoyo de otras personas adultas significativas. Según Loesel (1992) “los
niños [y las niñas] resilientes suelen vivir en un clima educacional abierto y
con límites claros; cuentan con modelos sociales que motivan el enfrentamiento
constructivo, comparten responsabilidades sociales y se ven
estimulados[as] por la existencia de
expectativas de logros realistas por parte de las personas adultas” (citado por
Munist, y otros, 1998).
Dado el proceso continuo de desarrollo de la persona y la interacción
dinámica de factores, la resiliencia nunca es un atributo permanente ni
estable, tienen variaciones de acuerdo con las circunstancias del entorno y el
momento.


REFERENCIAS
Melillo, A., & Suárez, E. (2003). Resiliencia:
Descubriendo las propias fortalezas. Buenos Aires: Paidos.
Munist, M., Santos, H.,
Kotliarenco, M., Suárez Ojeda, E., Infante, F., & Grotberg, E. (Septiembre
de 1998). Manual de identificación y promoción de la resiliencia en niños y
adolescentes. (O. P. Salud, Ed.) Obtenido de
http://publicaciones.ops.org.ar/publicaciones/piezas%20comunicacionales/cdresiliencia/Resilman.pdf
Organización Mundial de
la Salud. (Junio de 2014). Factores de riesgo. Obtenido de OMS 2014:
http://www.who.int/topics/risk_factors/es/
Diana Nayeli Sánchez Mejía
Psicoterapeuta
www.centroliber.com